lunes, 23 de marzo de 2015

El Lado Oscuro del Amor - 3ª Parte

El Lado Oscuro del Amor

A. Falero


Día 31:

Ha pasado un mes desde que me di cuenta, o más bien desde que me obligaron a darme cuenta, de que me gustaba mi mejor amigo, John. Lo voy llevando mejor. Mucho mejor de hecho: No reviso su perfil de Facebook, no vigilo las horas a las que se conecta, ni pienso si estará o no con su amiga Clare.

Vale, lo último es mentira, pero es que he asumido que está con su novia Clare. Lo he aceptado, están saliendo ya y viviendo un idílico romance. Se merecen ser felices, son tal para cual, sólo hay que ver las fotos que suben juntos y los estados que se dedican el uno al otro, la complicidad con la que se comentan cosas… Incluso han ido juntos a hacerse un tatuaje. Se han hecho el mismo tatuaje, en el mismo sitio. Son tan monos.

Me estiré en la cama, de donde no he salido en todo el día y de donde no planeo salir en todo el fin de semana salvo para lo esencial: ducharme e ir al lavabo. Mi móvil está descargado, el ordenador está apagado, este fin de semana seremos mi reproductor de música y yo. Quizás me levante a por café. Pero tengo el estómago en un nudo desde hace una semana, así que no comeré.

Sí, definitivamente lo llevo mucho mejor.

Día 32:

Tengo hambre. Sorprendente, no lo esperaba para nada, porque esta semana he tenido el estómago bastante mal, supongo que pasarme casi veintecuatro horas sin comer fue demasiado, menos mal que estaba acostada, si no me hubiera desmayado o algo peor. Me preparé algo simple, una tortilla francesa y un vaso de agua. Quizás adelgace y todo, me hace falta.

“Quizás así le gustarías a alguien.” Sólo desearía que esa molesta vocecilla desapareciera. No es que esté loca y ahora oiga voces, es más bien como si fuera lo que realmente pienso contra lo que quiero pensar. “Eres tan patética que es normal que haya preferido a esa belleza, con sus pechos turgente y su vientre plano.”

Definitivamente, Clare es una belleza, pero yo no estoy tan mal. Fregué la losa y fui a lavarme los dientes, mientras estaba en la tarea me dio por observarme más cuidadosamente, perdiéndome en los detalles de mi rostro, mis manos, mis brazos… fui considerando todas las partes por separado y dejé el cepillo en el vaso, sin enjuagarlo. Me observé como un conjunto.

“¿Lo ves? Eres horripilante, hasta tu te has dado cuenta, así es como te ven los demás.” Me enjuagué la boca y limpié el cepillo a toda prisa, ni siquiera me sequé la cara o las manos, salí del baño y me metí debajo de las mantas, con las luces apagadas y todo en silencio. “Pobre niña, fea e inaguantable niña.”


Día 33:
Ayer sólo fue una metedura de pata, no tengo que pensar en John o Clare o John y Clare. Sólo tengo que ir día a día hasta que se me pase esta tontería, porque no es otra cosa que una tontería. Yo no me enamoro con facilidad y aún menos de un amigo. Soy más lista que eso. Las grietas que se han ido formando a mi alrededor sólo han sido errores.

Tuve que encender un rato el móvil, de otra forma mis padres podrían preocuparse y tenía que preguntar por lo que había que llevar a clase. Pero sólo lo encendí el domingo a las seis de la tarde, no conecté ni el plan de datos ni la conexión wi-fi, llamé por teléfono como en los viejos tiempos. Apunté todo y volví a apagarlo, sin mirar el perfil de John. Quizás estoy superando mi etapa como acosadora.

Aproveché que tenía que mirar unas cosas  en Internet para descargarme algunas canciones nuevas, por lo que encendí el ordenador. Conecté mi reproductor de música y fui analizando las canciones, borrando las que ya no oigo para hacer espacio.

¿Cómo demonios he llegado a Facebook? Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba revisando el Facebook. ¿¡Cuándo va a parar esto!? Tengo que quitármelo de la cabeza, ¡nunca tendré ni una oportunidad con él! Justo cuando iba a salir vi la foto: ellos dos juntos en la cama, señalándose el nuevo piercing que se habían hecho. Subida ayer a las tres y media.

“Nueva adquisición – con Clare Richardson.”

Salí y volví a lo mío, mordiéndome el labio con fuerza para controlar las lágrimas. No llores. No te atrevas a llorar. Sin embargo, parece ser que ya no soy la dueña de mi cuerpo, porque empecé a llorar con fuerza, deslizándome desde el sofá hasta el suelo, con la cara enterrada en las rodillas y salió todo: la tristeza, los celos, el odio irracional, la lástima… Todo, hasta que no me quedó nada salvo una peligrosa necesidad de sentir algo más.

Necesito sentirme viva. Y eso siempre ha conllevado a autolesionarme.

Día 34:

A primera hora de la mañana ya estaba despierta, haciendo mis tareas para la universidad, vivo mejor sin teléfono móvil. Me miré el antebrazo y toqué los cortes irregulares e hinchados, la piel rojiza que los rodea, con oscura satisfacción. Me había prometido que no lo volvería a hacer, pero aquí están, las nuevas marcas que me había hecho el día anterior. ¿Qué excusa diría ahora? Bueno, da igual, dijera lo que dijera, nadie dudará que sea la verdad.

Recordé la única vez que intenté pedir ayuda a alguien, porque obviamente necesito ayuda para dejar de hacerme daño cuando me encuentre mal, y como la persona que consideraba mi mejor amiga se había reído y me había dicho que no dijera tonterías. Supongo que nadie va a tomarme nunca en serio.


Me puse una camisa de manga larga para ocultar los cortes y salí de casa, directa a la universidad, allí estaré a salvo de mi auto-desprecio y la lástima. Quizás pueda buscar a algún sustituto de John, o al menos algo que me lo saque de la cabeza. Sin embargo, no había nadie conocido en la universidad y sólo me senté en la parte alta de la biblioteca, leyendo un libro que ni siquiera es lo suficientemente interesante para distraerme o lo suficientemente aburrido como para que sea un reto seguir leyéndolo. Lo dejé de lado y fui a la cafetería, donde me encontré a Leo y a Andreas, dos chicos de mi clase, que me recibieron con unas sonrisas amistosas. Puedo usarlos para distraerme en su belleza apolínea, que estoy enamorada, no ciega.  

miércoles, 4 de marzo de 2015

El Lado Oscuro del Amor - 2ª Parte

El Lado Oscuro del Amor

A. Falero

N. Escritora: Segundo capítulo de esta historia de desamor, gracias por leerla.

Capítulo Dos

Día 17:

No he vuelto a hablar del tema con John, nos hemos limitado a hablar de nuestras tonterías otra vez, sin embargo Facebook existe por algo: para ver lo que no quieres ver. Fotos y fotos. Estados compartidos. Comentarios. Bromas internas… ¿Cómo puedo hacer para que no me salga todo lo que se publica en el muro de John? Recargué la página con la esperanza de que se borrara la última foto que han subido, ellos dos tirados en la cama, con una cobaya entre ellos y fumando un porro.

La ventana del chat se abrió. John. Pensé en no responder, pero ya le habrá salido el visto. Puta mierda de Facebook, ¿para qué coño has puesto el ‘visto’ en los chats? Respiré hondo y me limpié las lágrimas.

John: Hey, quieres ver un vídeo divertido?
Yo: De qué va?
John: Lo grabé esta mañana, que nevó otra vez.
Yo: Ok…
John: Nieve.avi

Esperé a que se bajara, deseando que fuera más lento, aunque quizás no sea más que nieve cayendo y él haciendo el idiota. No soy conocida por tener mucha suerte. Se abrió inmediatamente y pude ver un vídeo de tres minutos donde ellos dos, John y Clare, estaban bajo la nieve.

Clare: ¡Mira, mira, un muñeco de nieve!
John: ¡Vamos a hacer un ángel en la nieve! ¡Tírate a hacerlo mientras grabo!

Se le veía haciendo una bola de nieve enorme sin soltar la cámara y Clare se tiraba al suelo, inocente, y se ponía a hacer un ángel. John se puso a su lado y le tiró la bola directamente a la cara de horror de Clare.

John: ¡Pillada!
Clare: ¡Hijo de puta!

Y luego corrían, John grabando a una Clare medio cabreada, medio divertida. Sonreí ligeramente. “Contigo nunca haría algo así.” La sonrisa murió tan rápido como nació. No, conmigo nunca haría algo así.

Yo: Es divertido jajajaja me ha hecho mucha gracia! XD

“No puedes ser más falsa, ¿no?”

Día 18:

Ha cambiado su foto de perfil. Ya no es un leopardo de las nieves. Ahora son ellos dos. Ha cambiado incluso su estado para que sea sobre ellos. Mi estado sigue siendo un emoticono de un tigre. Supongo que yo soy la única en esta relación de verdad. Meredith se equivocaba. No le gusto. Nunca le gusté como algo más que una amiga.

Lo he leído mil veces, podría recitarlo de memoria pero no hace falta ser tan masoquista. Dejé el móvil en la mesa de noche y me levanté de la cama, no me ha hablado desde hace media hora, estará estudiando, así que aproveché para dejarlo en casa e ir a comprar tabaco, siento que lo necesito más de lo que me gustaría admitir.

En el estanco me despacharon rápido, así que me senté en un banco y me fumé el pitillo despacio, no tengo prisa por volver, sólo me sentaré delante del ordenador o me acostaré en la cama con el móvil a esperarlo y, en serio, ¿qué hay más patético que eso? Me levanté para apagarlo y me quedé mirando la parada de autobuses, están promocionando a esa actriz que tanto le gusta a John. ¡Genial! ¿Ni en la calle voy a dejar de pensar en él?

Volví de mal humor y me encerré en el baño, voy a bañarme y relajarme. Me desnudé y salí envuelta en toalla a por el móvil. ¡Joder! ¡Si es que no aguanto! Lo encendí de nuevo y miré.

Ningún mensaje. Lo apagué y lo dejé sobre el lavamanos. Estará estudiando, sí, tiene que estar estudiando. “O estará dándose el lote con Clare.” ¡Cállate!

Sin embargo, la imagen está ahí, a fuego en mi mente, ellos dos besándose apasionadamente. Tan apasionadamente como pensaba que me besaría a mí.

Día 19:

Hoy es sábado. No tengo clases. Son las dos de la tarde, seguro que ya tengo mensajes nuevos. Cogí el móvil. En efecto. Y sólo el tener un uno sobre el icono de Whatsapp me hace sonreír. Abrí la aplicación.

John: “Joder, me han despertado los de la limpieza, por qué limpian un jodido sábado?”

Me tapé la boca para evitar reírme demasiado alto, en mi piso las paredes son de papel y no quiero problemas con los vecinos.

Alex: “Para que no vivas entre basura, guarro.”

Su última conexión es de hace dieciséis minutos, tardará nada en responder y eso me hace estúpidamente feliz. Me levanté y me llevé el móvil a la cocina, John me hace muy feliz con sus mensajes, pero sigo necesitando mi ración de cafeína diaria para ser persona. Silbando puse la cafetera en marcha y me apoyé contra la nevera a esperar. Mi teléfono vibró y lo miré con una sonrisa.

Roger: “Az cambiao la cntraseña d tu sesion?”

Tuve que traducir el mensaje de Roger, mi hermano pequeño, “¿Has cambiado la contraseña de tu sesión?”, ¿por qué coño no escribe como dios manda? ¿Es que no le han dado una educación? Respiré hondo para no ponerle eso. Junto a un montón de palabrotas.

Alex: “No, la estás escribiendo bien?”

Roger: “serveza de mantekiya?”
Alex: “cervezademantequilla”

Tener hermanos así… ¡Si además lo pone en el indicio que está junto a la contraseña! Está poniéndome de mal humor. Revisé la última conexión de John: hace veinte minutos. Que raro… ¿se habrá vuelto a dormir? No es su costumbre. El café ya está listo, me pondré a ver alguna serie en lo que se despierta otra vez, siempre hay una primera vez para todo. Cogí mi taza y fui hacia el salón, donde dejé el ordenador portátil ayer. Lo encendí y me senté con las piernas cruzadas en el sillón en lo que se carga la sesión.

Abrí el navegador, está tal como lo dejé ayer, en Facebook. Había un estado de John de hacía once minutos. ¿Once minutos?

“John G. está con Clare Richards – viendo una película de miedo por la mañana? #NoMiedo”

Por eso no me respondía, porque está con Clare. “Siempre está con Clare.” No es cierto, pero están en la misma residencia y son amigos. “Amantes.” Y se llevan bien. Son buenos amigos. “Sigue mintiéndote, estarán abrazados viendo alguna película de miedo.”

Cerré la pestaña y fui a la de series, veré capítulos de mi serie preferida hasta que me responda. Me responderá. Yo también soy su amiga, ¿no? ¿No? Revisé mis mensajes con manos temblorosas, nada. No pasa nada, John no es de los que ven una película y está más pendiente del móvil que de lo que está pasando. Me responderá cuando vea mis mensajes, al terminar la película.

Bloqueé la pantalla del móvil y me puse a ver el primer capítulo, mordiéndome el labio para controlar las lágrimas, no lloraré, no por algo tan tonto como el hecho de que vea una película con otra persona. Y menos si es con una amiga. Una amiga guapa, divertida, que fuma maría, que sabe donde conseguir la mejor maría… ¡Si es que la chica lo tiene todo!

Terminé de verme la primera temporada, el móvil no ha sonado ni una vez, la película debe ser larga. Pestañeé para apartar las lágrimas y me sequé las que se escaparon. Me levanté para preparar algo de comer, empezaré la segunda temporada en cuanto coma. Preparé sopa, despacio, siguiendo los pasos que dicta el sobre de forma muy atenta, si no estoy pendiente de lo que estoy haciendo empezaré a divagar y acabaré volviendo al ordenador. A revisar su Facebook. ¡Oh, joder, soy una maldita acosadora! Me serví un plato de sopa y me senté, pero la verdad es que no tengo ni hambre.

El móvil vibró sobre la mesa del ordenador y estaba cogiéndolo antes de darme cuenta, segura de que sería John, pero al mirar los mensajes… Meredith. Mis renovados ánimos se han ido por el caño. Le respondí a su carita sonriente con un beso y esta vez, apagué el móvil. Que le den. No seré de esas niñatas patéticas que se vuelven locas por un tío y cuyas vidas giran alrededor de ellos.

Día 20:

Salí de la ducha, me envolví en mi albornoz, el que sólo uso cuando estoy triste y quiero mimarme, y fui a por mis cremas y pintauñas, me merezco cuidarme después de un día sin encender el móvil. No me siento tan ansiosa como pensaba que iba a sentirme. “Porque te viste dos temporadas de esa mierda y te fuiste a la cama súper pronto.” Vale, eso también ayudó bastante.

Dejé todas mis mierdas sobre el sillón del salón y fui a prepararme una buena taza de café, le voy a poner hasta canela, porque me lo merezco. Sí, me lo merezco. Hoy veré otras dos temporadas y ni me molestaré en encender el móvil. “Total, seguro que ni te ha escrito.” Puse la cafetera en marcha y esperé balanceándome sobre mis pies, tarareando una estúpida canción, a veces me es muy complicado centrarme en algo tan básico como esperar por el café. Así siempre se me quema la comida.

Llevé mi taza de café a la mesa del salón y me senté junto a mis cremas, encendí el ordenador, justo en la página web de la serie que estaba viendo ayer, me quedan nueve temporadas, así que tendría de sobra para hoy y mañana. Si no me muero de aburrimiento antes. Desearía seguir en la ignorancia.

Antes de rendirme a las ganas de encender el móvil otra vez, vi sólo tres capítulos. Se encendía despacio, demasiado despacio para mi corta paciencia. En cuanto empezó a sonar, sonreí, tenía casi ochenta mensajes, sólo uno de John.

John: “Perdona, estaba viendo una película. Voy a salir.”

Eso fue ayer, a las cinco de la tarde, pero su última conexión fue hoy a las seis y media. Definitivamente prefería seguir en la ignorancia. Volví a apagar el móvil sin molestarme en leer los otros setenta y nueve mensajes y me centré en la serie. Acabé llorando como una niña. Lloré hasta desahogarme.

            Día 21:

Ayer me quedé dormida después de llorar, eso hizo que pasara la noche en vela, dándole vueltas a mi relación con John y a cómo empieza a pasarme factura. Así he tenido que tomarme dos tazas de café y maquillarme para disimular mi cara hinchada por llorar. Tampoco he encendido el móvil, a riesgo de que vaya a estar revisando nuestro chat, esperando a ver cuando se conecta y si me habla.

“Porque sabes que no va a hablarte.” Me vestí para ir a la universidad a distraerme de todo, allí siempre hay alguien que me distrae de mis penurias. “¿Penurias? Más bien melodrama.”

-No necesito a John. No necesito a John. – Quizás si me lo repito muchas veces se haga realidad. 

lunes, 2 de marzo de 2015

Un Viaje Interesante +18

Un Viaje Interesante

A. Falero


-¿Para qué va a servirte el baile? ¿Para acabar en la calle? ¡Vales para mucho más que eso! ¡Un título universitario! – Las palabras de mi madre resonaban en mi cabeza nítidamente mientras caminaba por la carretera que me llevaría a la capital. – Debes labrarte un futuro mejor, el baile puede proveerte por un par de años, pero no para siempre…

Y más porquerías de ese estilo, por lo que con dieciocho años, ¡he decidido que no voy a quedarme de brazos cruzados haciendo algo que no quiero! Cogí una maleta llena de ropa, mis zapatillas de bailar, algo de comer y dinero que había ahorrado durante años, sin móvil, sólo con el reproductor de música viejo y destrozado que aún así, funciona de maravilla, mis pies para llevarme a donde quiera… y un mapa. Un mapa siempre es útil.

El ruido de un motor me sacó de mis recuerdos, claro, como la carretera era tan silenciosa y abandonada y aislada… ¿Por qué me metí por aquí? Oh, claro… porque es un atajo para llegar a la siguiente parada de descanso, donde alguien podría alcanzarme a la capital. Me giré y levante la mano para que la persona que viniera, me viese y con suerte, me llevara a mi parada, y aun siendo bien entrada la noche… Sé defenderme de cualquier idiota con malas intenciones.

El idiota en cuestión paró al verme dando saltitos al lado de la carretera, un camión rojo con un trailer negro y la imagen de una vaquera sexy – completamente vestida – apuntando la pistola a su propia cabeza.

-¿A dónde vas, preciosa? – Di un paso atrás, su voz ronca y baja, casi un ronroneo, me dio un escalofrío, y me ardieron las mejillas con el cumplido.

-A la siguiente estación de descanso – Le respondí con mi mejor sonrisa - ¿Puede alcanzarme?

El hombre no era viejo, pero tampoco joven, quizás al final de la veintena, principios de la treintena. Y la verdad es que destrozó mi imagen de camionero gordo, mal vestido, pordiosero y mal hablado. Aunque mantenía el cenicero sobre la guantera con restos de un puro. Era amplio de hombros, con brazos fuertes, de una vida cargando peso, y moreno. Ojos penetrantes, estudiosos, de color gris y el pelo negro muy cortito, casi militar, y un poco de barba bien recortada. Pero sin duda, la afabilidad de su expresión venía por completo de su enorme sonrisa de dientes perlados. Para colmo de males tenía un cuerpo… nada muy especial, pero embutido en vaqueros desgastados, botas negras y camisilla blanca… Me ponía mala, no, lo siguiente. Respiré hondo y subí cuando quito la chaqueta negra del asiento del copiloto y encendió la calefacción del mismo.

-Gracias – Supongo que no todo son idiotas, feos, viejos verdes o peludos, o una mezcla de todo, en el mundo del transporte. – Soy Kara.

-Jeremy. ¿Te importa si fumo? – Raro, normalmente el dueño del coche no pregunta ese tipo de cosas, pero no me importaba, por lo que negué y me abroché el cinturón. – Genial.

No sé que tenía el hombre, Jeremy, no era particularmente atractivo, del montón, como se diría, pero mientras lo observaba por el rabillo del ojo, no pude evitar notar que era demasiado sexy para ser humano. Bueno, al menos para mi y respiré hondo para intentar calmarme, porque sólo me esta llevando al siguiente punto y el siguiente punto no está muy lejos.

-¿A dónde vas exactamente? Dudo que una estación de servicios sea la razón de ir caminando en mitad de la noche, sola, con una maleta a cuestas. – Su voz era también atractiva. Y una parte oscura y retorcida de mi pensó si sería tan arrolladora en la cama.

-Voy a la capital, supongo que alguien en la estación me dará un aventón. – Cómo respuesta recibí su profunda risa, que contrajo algo en mi pecho. - ¿Qué es tan gracioso?

-Bueno, de aquí a la capital hay unas doce horas de viaje en coche, y da la casualidad que yo también voy hacia allí. – Indicó la parte trasera del camión, supongo que su carga. – Si no te molesta mi compañía, puedo darte un aventón. ¿De dónde vienes?

Y así pasaron las primeras horas del camino, Jeremy era bastante tranquilo, bueno escuchando y además atento, me despertó en la estación y me esperó mientras iba al servicio y compraba algo de comida. En el baño, sin embargo, no pude evitar quedarme mirando mi reflejo. Pasé las manos por mis indomables rizos rubio cobrizo y me moje la cara, quizás era por la luz, pero no pude evitar notar que parecía un fantasma de lo pálida que era, aunque tampoco es algo malo si tienes dos ónices por ojos. Realmente no era una preciosidad. Sonreí cuando mi mirada se deslizó hasta mi escote, aunque no soy precisamente un monstruo y tengo mis encantos bien puestos. Me di la vuelta para admirar mi culo, no es enorme, pero tengo algo, y mi cintura es perfecta como está, no voy a adelgazar por nadie, porque no me sobra ni un kilo – lo que tiene estar caminando muchas horas al día durante muchos días y además hacer ejercicio bailando. – y pobre del que diga lo contrario.

-Eres del montón, Kara, pero de la parte de arriba del montón. – Me aseguré y salí con una sonrisa enorme y un buen paquete de galletas con chocolate – Aunque te pierde el vicio. Tienes que dejar el chocolate cuando llegues a ser una gran bailarina.

-¿Hablando sola, preciosa? – Me sobresalté cuando su voz sonó demasiado cerca y al darme la vuelta… podría haber explotado allí mismo, un puro entre los labios que se curvaban en una media sonrisa, y una cabeza más alto que yo, con la envergadura de hombros perfecta y unas caderas para enredar las piernas alrededor… Es lo más cerca que ha estado nadie de mi tipo de hombre ideal. - ¿Ves algo que te guste?

-¡Lo siento! No pretendía… estaba… yo… Lo siento. – ¡Claro, balbucea, eso siempre es la solución! ¿Por qué es más amplia su media sonrisa? Se me tensaron todos los músculos del vientre cuando su brazo pasó por encima de mi hombro para abrirme la puerta.

-No eres la primera adolescente que llevo a algún lado, chica, sube y… mantengamos esto bajo. – ¿Bajo la línea de mis pantalones y los tuyos? Totalmente de acuerdo.

Sin embargo, no era lo que me imaginaba cuando subimos y se puso el cinturón para seguir el trayecto, casi me dieron ganas de darme golpes contra la ventana hasta quedarme inconsciente. Una mano fuerte en mi rodilla me devolvió a la realidad. Su mano era enorme, recorriendo lentamente – tortuosamente – el muslo, bajando por la cara interna y me alegré de ponerme unos pantalones cortos – con medias, pero pantalones cortos – cuando el simple calor que irradiaba sus dedos contra mi piel creaba pequeñas oleadas eléctricas que atacaban directamente mi centro nervioso. No subía para nada, de la rodilla a la parte alta del muslo, por fuera, por dentro, un ritmo lento que me iba relajando. Subí la mirada, de su muñeca por su antebrazo y finalmente hasta su cara, su perfil más bien, ya que sus ojos no se despegaban de la carretera. El puro había desaparecido y ahora estaba serio, lo que con su ligera barba pasaba por duro y sin ningún tipo de humor. Me deje llevar y le sujete la muñeca con mi mano, mis dedos no abarcaban todo el diámetro y esa idea consiguió que mis mariposas pasasen a ser pájaros. ¿Estará proporcionado el resto del cuerpo con su enorme mano? Esperaba que sí.

No noté, tan despistada como estaba, que el camión había cambiado de dirección y ahora aparcábamos frente a un hotel de carretera, con un enorme letrero y el dibujo de un ciervo contra la silueta de la luna. Supongo que yo estaba sorprendida y se me notaba porque se rió de nuevo y me dijo.

-Te dije que no eras la primera. – Me bajé tras él y decidí que mantenerme muy cerca era la mejor opción cuando una pareja salía dando traspiés. – Eres mayor de edad, ¿verdad?

-Sí – Extrañamente, no me sentía cohibida, claro que no soy la primera, pero esperaba que al menos esta experiencia si lo fuera. Bueno, medio lo esperaba, ¿tantos días en carretera y sin un anillo en el dedo? Idiota no soy.

-Ve dentro y alquila una habitación, no des tu nombre auténtico, estrella. – Me dio un billete de cien dólares y una palmada en el trasero. – Atrévete.

Ni siquiera esperé a que me lo repitiera para dar un par de pasos y entrar en el hotel. Tampoco era como me lo esperaba, mugriento y destartalado. Las paredes estaban bien pintadas de un tono azul claro, había un par de mesas de madera clara a la derecha y una barra de bar a juego, justo en frente había unas escaleras que llevaban a las habitaciones y a la izquierda, un mostrador con un adolescente esmirriado y aburrido detrás. Me dirigí con paso seguro y moviendo las caderas con cada paso, haciendo que él, y otros dos hombres que había sentados en la barra del bar, me mirasen. Poder femenino, nene, poder femenino.

-Me gustaría una habitación, por favor. – Sonreí y el chico empezó a buscar en su viejo ordenador. – Para dos personas, cama de matrimonio.

-La 27 está libre, señorita… - Oh, claro el nombre, mi sonrisa se amplio.

-Mar. Señorita Mar. – Y solté lo primero que me vino a la mente, ni siquiera me sonroje ante mi mentira, supongo que estoy más que acostumbrada. Le pasé el billete de cien. – Alguien vendrá a buscarme, dale el cambio a él y una copia de la llave.

Con mi propia llave subí despacio, no quería salir corriendo y parecer nerviosa, que lo estaba, así que esperé hasta estar fuera de vista para buscar alrededor hasta encontrar la habitación 27 y abrí escandalosamente rápido, cerrando de un portazo tras de mí. Guau… esto si que es calidad, para un hotelucho en medio de la nada. Una cama queen-sized con sábanas grises y edredón negro, paredes violeta oscuro, techo blanco, sin manchas de humedad, con dos mesas de noche a ambos lados. Un armario pequeño, de tres cajones, justo debajo de la ventana cerrada con cortinas a juego con las sabanas. Me quité los zapatos – aunque una parte de mi cabeza decía que era una mala idea – y jugueteé con la pelusilla de la moqueta negra. 

-Interesante – Susurré entrando en el baño, esencial, retrete, plato de ducha y lavamanos, sin más. – No parece un mal sitio para quedarse una temporada.

Por ahora no han salido bichos. ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? Me acordé enseguida, ¡no puedo desnudarme con la ropa interior que llevo! ¡Y hace tres días que no me repaso las ingles! Cerré la puerta del baño y me desnude con prisa, pendiente de que nadie entrara en lo que me preparaba y me puse el mejor conjunto de ropa interior limpia que tenía, uno compuesto por un tanga azul y un sujetador en un tono más oscuro, normalmente usaría algo más… complejo, pero dejé lo incomodo atrás para ser una bailarina, volví a vestirse y salí a guardar sus cosas. Mientras cerraba la maleta, unas manos callosas se posaron en mis caderas, un agarre fuerte pero no posesivo. Y menos mal que no se quedaron ahí, fueron pasando a la parte delantera y subiendo bajo la camisa por mi vientre tenso hasta el esternón, justo entre los pechos, para desabrochar el sujetador.

-Siempre me han gustado las mujeres que se preocupan por la ropa interior antes de desnudarse. – Aunque su tono era algo irónico, no pude evitar pensar que le había gustado que me molestase en cambiarme. – Prefiero ser yo quien les quite la ropa, sin embargo.

Y con eso dicho, me despojó de la camisa y mi espalda fue a dar directamente con su pecho desnudo. Una pena que no hubiese más superficies reflectantes que la ventana y el espejo del baño en la habitación. No me quedé quieta, puedo tener sólo dieciocho pero no soy totalmente inepta en estos temas, y deje vagar mis manos por su cadera, mientras sus dedos se entretenían acariciando, más bien torturando, la aureola de mis senos. Que tendrán esas manos que hacen que pierda el control. Él todavía llevaba los pantalones, y yo quería verlo desnudo, no esperé para desabrocharle la hebilla del cinturón, impaciente por más, pero el se apartó antes de que pudiera hacer lo mismo con el botón y me mantuvo quieta.

-No tan rápido… Mar. – Suspiré y asentí – Déjate llevar un poco, chica.

Su definición de ‘dejarme llevar’ era la siguiente: mantenerme de cara a la pared, con las manos quietas a ambos lados del cuerpo mientras me raspaba el cuello con la barba y me torturaba con su respiración en la nuca, las manos dibujando la silueta de mis ligeras curvas, y haciéndome desear que esos centímetros que nos separaban desaparecieran. ¡Oh, joder! ¿Desde cuándo le hago caso a nadie? En un impulso me giré y enredé las manos en su cuello, empujándome contra su pecho para, literalmente, comerle la boca en un beso más violento de lo que estoy acostumbrada. Esperaba que se alejara, pero dentro del beso sonrió y me atrajo todavía más contra su cuerpo. De acuerdo, no duró mucho, porque de un empujón, me tiró sobre la cama, ahora él estaba de pie, entre mis rodillas, con una mano arreglándose el pantalón – que no ocultaba que estaba bien armado – y una sonrisa malévola, que sólo consiguió excitarme más.

Esperaba que me arrancara la ropa y luego simplemente me poseyera, pero más quisiera yo, se arrodillo entre las piernas y bajó la cabeza como si fuera a besarme, pero ignoró la boca y pasó a la mandíbula, desde la barbilla hasta el lóbulo de la oreja con pequeños besos antes de morder justo debajo de la oreja, fuerte, no lo suficiente como para hacerme daño, pero sí para arrancarme un jadeo sorprendido. Sus manos tampoco se estaban quietas, ocupándose de la zona de pecho y abdomen, mientras la rodilla presionaba mi entrepierna. Me mordí el labio y apreté su cabeza contra mi cuello, que todavía estaba siendo sometido a mordiscos de distinta intensidad y duración, a veces incluso estiraba la piel, seguro que mañana estaré llena de marcas. Me sorprendí a mi misma bajando las manos por su nuca hasta su espalda y de nuevo hacia arriba, frotando la parte delantera de sus vaqueros con la rodilla y sonriendo como una tonta.

Rodé en la cama hasta acabar sentado sobre sus caderas y pasé las uñas, no muy largas, pero tampoco cortas, por su pecho, dibujando líneas rojas hasta la cinturilla del pantalón, lo miré un segundo y me mordí el labio. Le desabroche los pantalones y los bajé despacio, debajo no llevaba nada y me sorprendí cuando vi que iba comando.

-Ir sin calzoncillos, el ir sin sujetador del hombre. – Se burló en mi cara cuando me quedé mirando.

No era especialmente largo, ni especialmente grueso, pero me parecía tan… enorme en aquel entonces que me encogí de hombros y no respondí a su pulla. Dejé que volviera a ponerme debajo y tirara los pantalones lejos, luego me arrancó los míos, sin romperlos, pero de un solo tirón salieron volando y luego tiró de mis piernas hasta que rodeasen su cadera y la punta de su miembro fue el siguiente instrumento de tortura, restregándolo en su entrada, por encima de la tela del tanga.

-¿Normalmente también haces esto?

-No, normalmente soy más… abusivo, pero no quiero asustarte. – Me dieron ganas de gritarle que no era una niña pequeña, ni una virgen estrecha, que estaba dispuesta a experimentar. Pero me callé y sentí las mejillas arder. – No te preocupes. Todo llega.

Para dar el siguiente paso, la siguiente aceptación de lo que iba a pasar, me desprendí lentamente de la última prenda de ropa, su mano derecha me mantuvo acostada cuando él fue quien la rompió a la mitad, sólo para que no quitase las piernas de sus caderas, y cuando ya estábamos desnudos, se inclinó sobre mi y me beso, lenta, dulce y tortuosamente, delineando mis labios con su lengua antes de morder el labio inferior, tirar de él y soltarlo, antes de dejarme sin aliento con otro beso, más rápido y crudo.

En su mirada podía leer que quería hacerme muchas más cosas que besarme y acariciarme, yo estaba dispuesta a que lo hiciera, pero supongo que teníamos prisa, una pena. Moví las caderas contra las suyas y me gruñó, con los ojos cerrados, la mano todavía en mi pecho y la otra apretándome el muslo, me va a dejar un montón de marcas. Aunque no me importa demasiado, mientras seguía torturándome. Cerré los ojos, esperando lo siguiente, no esperaba que me mordiese el pezón – no muy fuerte – y tirase de el antes de succionarlo y repetir la acción con el otro. Más abajo, su mano iba acariciando el monte de Venus, separando los labios mayores y luego los menores, hasta que lentamente, metió un dedo hasta el nudillo. Gemí y levante las caderas, moviéndolas con más energía, el no se estaba moviendo, pero algo me decía que disfrutaba de la forma en la que yo lo hacía todo.

-Oye, si no vas a hacer nada… - Le estaba increpando, me estaba cansando con sus juegos, pero su mirada decía que no estaba haciendo el bobo, se estaba conteniendo. ¿Pensaba que podía hacerme daño? – ¿Soy la única que tiene la cabeza en esto?

-No quiero hacerte daño, pero si es lo que quieres… - No me arrepentí de presionarlo.

Añadió otra falange y los movió rápidamente, no solo hacia dentro y hacia fuera, si no como una tijera que se curvaba y presionaba en el punto exacto en el que los jadeos se incrementaban y me hacía arquear la espalda. Pronto estaba bien lubricada y lista para llegar al primer orgasmo mientras él añadía otro dedo y se abría paso. Cerré los ojos y eché la cabeza atrás, apretando las sábanas entre mis manos y levantando las caderas, una corriente que se centraba en el bajo vientre y me asfixiaba… me mordí el labio para contener el gemido que iba a escapárseme por mi primer orgasmo de la noche y luego caí laxa en la cama. Él se rió y se separó para ir a por sus pantalones, cerré las piernas y me puse de lado para observar su culito moverse alrededor de la habitación, hasta que volvió a la cama, mástil enfundado en un condón, listo para más acción.

-Quédate así. – Se acostó detrás de mí, yo estaba en la postura de la sillita, pero cogió la pierna que quedaba encima y me hizo doblar la rodilla y subirla hasta que a la altura de mi pecho. – Avísame si te hago daño.

¿Avisarle? ¡Si no me dio tiempo a coger aire antes de que me la clavase de una sola estocada! Por ello, lo que debería haber sido un grito de placer, se quedó en algo ahogado entre gemido y suspiro. Lo noté cogiendo aire y mascullando por lo bajo antes de moverse, tuve que apoyar la mano en la mesa de noche para no moverme de más. Supongo que no le parecía tan divertido unos minutos después porque salió y me gruño algo que, realmente no entendí hasta que me puso de rodillas sobre él, espalda contra su pecho y me ayudo a bajar sobre su erección, esta vez con un poco más de cuidado, pasó un brazo por mi cintura para mantenerme pegada a él y el otro agarrándome el culo para llevar el ritmo, ambos arrodillados en la cama, empezamos a movernos, a diferentes compases, causando que nuestras caderas se encontrasen a la mitad. Yo había perdido la noción del tiempo, el placer me embotaba sentidos y sólo podía murmuras pequeños y ahogados ‘más, más, más…’ mientras me apoyaba en el antebrazo de Jeremy para impulsarme arriba y abajo en su falo. Cansada de ser casi idéntica a una actriz porno cualquiera, y además, más inexperta, giré la cabeza buscando los labios de mi compañero para enredarnos en un nuevo beso. No duró demasiado, pronto me vi de nuevo sujetándome a las sábanas mientras me pasaba a una postura donde, apoyada sólo en las rodillas, era embestida con fuerza animal, desde atrás, el gemía y jadeaba, casi un perro en celo y no pude, ni quise, evitar reírme ante la comparación.

-¿Algo divertido que quieras compartir? – Negué, todavía con la risa en los labios, y él paró. – No más diversión para ti, ¿qué es tan divertido?

-Sólo lo loco que esto parece – Acabo de conocerlo, ¡pero ya me estoy acostando con él! Y encima lo comparo con un perro en celo, manda narices. – No soy de las que duermen con un chico diferente cada noche.

-Puedes quedarte conmigo, y dormir conmigo cada noche. – Me dio una nalgada, podría pensármelo, pero no habría más noches antes de que llegásemos a la capital. – Es tu decisión, igual que la de moverte.

¿Moverme? No podría… ¡Claro que sí! Empecé con un movimiento lento de caderas, no sólo hacia abajo y hacia arriba (o hacia atrás y hacia delante, según el punto de vista), si no en círculos y en zig-zag, hasta que con la ayuda del torso y manos, empecé a moverme, siguiendo el mismo patrón, mucho más rápido y cada vez que hacía un movimiento que golpeaba justo ese punto dentro de mi cuerpo, ese punto G tan escurridizo, me paraba y lo buscaba de nuevo, con lo que mi amante, me daba un azote o me tiraba de los hombros para que me volviese a mover, y empezaba de nuevo con las profundas embestidas.

-¿Llegando al final? – Me burle, medio ahogada entre gemidos y escondiendo la cara entre las sábanas - ¿Con esto te basta?

Yo estaba más que servida, de sobra, él no estoy tan segura, es un hombre con experiencia.

-Si decides irte, sí, esto me basta para el camino. – Me sonaba a reto, pero a reto del malo, del que tienes que aceptar porque tienes curiosidad y luego te arrepientes. – Pero si quieres quedarte… te enseñaré lo que me basta en la cama.

Su susurro, aunque peligroso, me sonaba tan erótico… que gemí sin venir a cuento – a más cuento – y asentí, aunque no me fuera a quedar con él… quizás si me podría quedar. ¡Así no hay quien piense coherentemente! Tan metida estaba en intentar pensar que no me di cuenta de que empezó a moverse hasta que la mitad superior de mi cuerpo acabo colgando de la cama mientras él seguía a lo suyo, la cabeza hacia atrás, los labios entreabiertos y los ojos entrecerrados, una mano en mi cadera y la otra en la curva de mi hombro y cuello, sujetándome en el aire mientras las paredes de mi vagina se contraían alrededor de su miembro y él no paraba de moverse. Suspiré su nombre cuando el segundo orgasmo me arrastró hasta los bordes de la consciencia – es lo que pasa cuando te expones a mucho placer mientras tienes toda la sangre en la cabeza – pero no fue sólo eso, cuando él dio la embestida final, la que lo condujo a su propio clímax, esa última estocada, penetración, cogida, como quieras llamarlo… entrelazó mi segundo orgasmo, con uno menor pero no menos placentero que me dejo asfixiada. Jeremy no se movió, se quedó quieto por segundos que parecieron minutos y sonreí. No parece satisfecho, pero yo lo estoy.

-No ha estado mal. – Su mano fue lo primero en mover, del hombro al cuello – pánico, pánico… ¡pensé que me ahorcaría! – y de ahí a mi mejilla. – No ha estado mal.

Cerré los ojos, no, no ha estado mal… Nada mal…

Desperté de golpe, sin haberme dado cuenta de que me había dormido, por un momento pensé que todo había un sueño, pero estaba sudada y pegajosa, y llevaba ropa diferente, y Jeremy – que parecía recién salido de la ducha – me miró con una sonrisa y un puro entre los dedos.

-Ya casi estamos llegando a la ciudad. – Tenía razón, ya se podía ver claramente los edificios, a poco más de un kilómetro de distancia – Te dejaré fuera, yo tengo que dar un rodeo, ¿te parece bien?

-Perfecto, es más de lo que esperaba. – Si, al principio del viaje sólo pedía que me acercaran a una estación de servicio. – Gracias.

-No hay de qué, preciosa. – Se colocó el puro entre los labios y una nueva ola de deseo me recorrió. - ¿Ves algo que te guste?

-Veo mucho que me gusta – La forma en la que los pantalones no le hacen justicia a lo que tiene debajo, y la forma en la que la camisa se le pega al pecho sin parecer muy…. gay. – Y me gusta mucho.

-Bien, hemos llegado. – Frenó justo en la carretera que llevaba a la autovía y me sonrió mientras me bajaba – ¿Seguro que quieres quedarte aquí? Podemos seguir…

Podíamos seguir, pero no me escapé de casa con una maleta con ropa, dinero, comida y mis zapatos de bailarina, sin móvil, sólo un reproductor de música viejo y destrozado que aún servía, y un mapa, para luego no seguir mi sueño de bailar, y menos por un hombre mayor. Negué y le sonreí de vuelta.

-No, ha sido divertido, pero seguiré en la ciudad… si algún día te paras por aquí o pasas… ven a buscarme. – Nos volveremos a divertir. Subí un momento, atraída de nuevo a él y sujetándolo por la nuca, lo besé apasionadamente una vez más. – Nos vemos, Jeremy.

-Nos vemos, Kara. – Y el camión con la vaquera sexy y armada se alejó mientras seguía mi camino, por un segundo me pareció escuchar un. – Nos vemos, preciosa. 

Breve Introducción

Buenas noches, queridos lectores

Primero que todo, gracias por entrar en mi blog. 

Este blog está diseñado para publicar cualquier historia, habrá historias en español pero en su mayoría serán en inglés dado que estudio un Grado en Lenguas Modernas y el inglés es la lengua que más uso en mis estudios. 

No todas las historias serán originales, algunas serán fanfics (ficción de fan) de alguna serie que sigo, pero eso estará en el título. Intentaré que sean todas originales. 

Las historias originales no serán sólo de un tema, trabajo con un amplio abanico: tengo relatos breves, historias de misterio, amor, de detectives, sobrenaturales, fantásticas... Me sobra imaginación. 

Otra cosa es que no todas serán para todos los públicos, también señalaré cuales en el título con un +18, y es que también escribo relatos eróticos. Espero no ofender a nadie con esos relatos. 

Soy una escritora amateur, pero estoy barajando la posibilidad de subir algún vídeo con alguna crítica de algún libro, ya que también soy una lectora muy ávida. Sin embargo es muy probable que se quede en posibilidad debido a mi timidez. 

Y creo que eso es todo. 

De nuevo, muchas gracias por entrar en este blog y se agradecerá cualquier comentario o crítica constructiva. 

Un saludo.

A. Falero

El Lado Oscuro del Amor - 1ª Parte

El Lado Oscuro del Amor


A. Falero


N. Escritora: Esta historia nace de un desamor, de un corazón roto que necesitaba plasmar el dolor en palabras para dejar de sufrir, y merece ser leída como cualquier historia de amor. 

N. Escritora2: Se divide en días, y da saltos temporales. 

Capítulo Uno
Día 1:

Normalmente no sabemos que estamos enamorados, no lo pensamos, ni nos damos cuenta, suele ser alguien quien viene y nos dice: “A ti te gusta él” o “No puedes esconder lo mucho que te gusta ella”; y nos quedamos con cara de tontos, mirando al genio que se ha dado cuenta como si le hubiera salido una segunda cabeza y luego todo cobra sentido.

Así fue como empezó todo, de repente, sin yo esperarlo ni quererlo, tomando algo con una amiga, se inclinó sobre la mesa, con gesto taimado y dijo las palabras:

-Tú te mueres por John, ¿verdad? – No necesitaba un espejo para saber que tenía cara de estúpida. – ¡Si es que no sabes disimular!

Su risa llenó la terraza y varias parejas se giraron a mirarnos, podía sentir mi cara ardiendo y aparté la mirada.

-¡Córtate un poco, joder! Eso no es cierto… - Pero yo ya lo sabía: Estaba enamorada de mi mejor amigo, de John.

-¡Pero si mira como te sonrojas! – Me pellizcó la mejilla, como las abuelas suelen hacer. – ¡Qué ricura!

-Me sonrojo porque me das vergüenza ajena. – Siseé, me siento mal diciendo algo así, después de todo, Meredith y yo hemos sido amigas durante mucho tiempo y no es alguien de quien me avergüence. – A mi no me gusta nadie, nunca me he enamorado ni creo en el amor.

-Por eso no te has dado cuenta hasta que te lo he dicho. – Dio un trago a su cerveza, la gente quizás pensase que estaba borracha, con suerte. Con mucha suerte. – Pero no pasa nada, seguro que él también está loquito contigo, si se la pasan hablando a todas horas.

Seguí su mirada, estaba mirando mi teléfono móvil, que estaba sobre la mesa, y lo metí en el bolso, un cosquilleo recorriéndome los dedos al cogerlo, la verdad es que quiero comprobar si tengo algún mensaje de él. Se me aceleró el corazón. Joder, mierda, joder, mierda…

Estoy enamorada de John.

Día 2:

He soñado infinidad de veces con él, es la última persona con la que hablo por las noches y la primera por la mañana, es normal que sueñe con él, con sus ojos verdes y su pelo castaño, su piel pálida y sus sonrisas. Tampoco es que recuerde los sueños, pero sé que quien los puebla es él.

No es muy cariñoso o expresivo, no es de dar abrazos, ni besos, a veces ni un estrechón de mano, pero cuando lo es… Hace que se me pare el corazón, que me quede sin aliento, pero nunca podría haberlo achacado al amor. Ni de lejos. Sólo a una profunda amistad. Y yo que  esperaba que con esto del amor hubiese mariposas en el estómago, risitas nerviosas y sonrojos a cada segundo… Supongo que las películas americanas siempre han vendido bastante mal el amor, o sus síntomas. 

Así que en cuanto me levanté esa mañana, sabía que había vuelto a soñar con él; estaba feliz, mirando el techo con una sonrisa en la cara y las palabras de Meredith resonando en mi cabeza: “Seguro que el también está loquito por ti.”; se me aceleró el corazón y me estiré para coger el móvil de la mesa de noche.

Tenía un nuevo mensaje, de John, para no variar:

            John: “Buenos días, sigues en la cama? Pero no te da vergüenza!?”

Le contesté inmediatamente, sin perder un segundo, como siempre:

            Alex: “Para nada”
Alex: “Yo no entro hasta las doce y no pienso moverme de la cama hasta las
once!”

No tardó en responderme, seguro que estaba pegado al móvil:

John: “Eres una zorra.”

Y desde ahí fue una conversación fluida, respondíamos casi al instante:

Alex: “Tu un cabrón, mira que mandarme un mensaje a las seis…”
John: “A la hora a la que entro yo”
Alex: “Planeabas despertarme, verdad?”
Alex: “No puedes con la envidia”

Me mordí el labio, me gustaría saber que opina él del amor, si le gusta alguien, realmente nunca hablamos de eso.

Día 3:
Esta vez me desperté yo más temprano, cogí el móvil, todavía no se habrá despertado, no tengo ningún mensaje suyo. Suspiré y me puse a escribir:

Alex: “Despierta, despierta, despierta, despierta, despierta, despierta, despierta!!”

Cuando yo me levantaba temprano, o antes que él, siempre intentaba despertarlo, no por nada, simplemente por el placer de hacerlo. Tardará un mínimo de dos horas en responder. Luego dice de mí. Le mandé como mil mensajes con emoticonos y palabras sueltas hasta que contestó:

John: “Tu y tus comentarios random no pueden dejarme dormir?”
Alex: “Ni de coña, me aburro demasiado!”
John: “Pues haz ejercicio!!”

Sonreí, se lo preguntaré, se lo diré, directamente, sin anestesia. Seguro que me corresponde. Meredith no se equivoca con estas cosas. Tecleé las palabras: “Oye, quiero decirte algo…”; pero me acobardé y las borré, puede esperar a más adelante, cuando no estemos hablando de hacer ejercicio.

Día 4:

No he tenido tiempo de sacar el tema, hablamos tanto y a la vez tan poco, nos decimos tonterías, a veces no hablamos en horas, pero siempre estamos el uno pendiente del otro, sin embargo nunca consigo llevar la conversación hacia donde yo quiero. ‘Me gustas, ¿yo te gusto?’ No es muy complicado, pero me aterra preguntárselo…

Y pese al miedo, me siento tan confiada de que va a decirme que me ama como yo lo amo, que puedo imaginarme nuestra relación completa tirados en la cama: cuando no estemos juntos estaremos hablando como hasta ahora, por teléfono, nada de romanticismo, pero cuando estemos juntos… cuando estemos juntos todo será perfecto, nos miraremos a los ojos y sabremos que nos amamos mutuamente, que nos respetamos y que haríamos cualquier cosa por el otro. Mirándonos a los ojos sabríamos que estamos hechos el uno para el otro.

Casi puedo imaginar cuando se lo cuente a mis padres, ellos seguro que apoyarán la relación, sólo conocen el lado bueno de John y les gusta. No tienen que saberlo todo tampoco, ni la marihuana, ni el alcohol, ni el tabaco, por mí está más que bien que sólo vean al tipo que viene a casa de vez en cuando a ver alguna película, o con quien salgo por ahí “a dar una vuelta”, mis padres pueden ser muy ingenuos cuando quieren.

Me mordí el labio, allí donde él morderá cuando estemos en mi cama, o su cama, besándonos perezosamente, uno al lado del otro, sin movernos hasta que no haya hambre o ganas de ir al baño. Si es que somos un par de vagos…

Día 5:

Por fin pude empezar a guiar la conversación hacia donde me interesa, ligeramente por lo menos, tuve que mentirle, vale, decirle que me gustaba otro chico, pero es que al final me acobardé y no pude decirle tan directamente que me gustaba él, así que le mentí y le dije que me gustaba un chico de mi clase y que estaba loquita por él. Sin embargo así fue como me enteré que el tenía un amor platónico por una chica de su residencia…

Clare. Clare. Clare. ¿En serio? ¿Me está mintiendo como yo a él? No, él nunca lo haría porque yo tampoco lo haría. Aunque lo acabo de hacer.

Alex: “Qué te gusta de ella?”
John: “Pues muchas cosas, pero tampoco es que esté enamorado de ella…”
John: “Es un amor platónico”
Alex: “Pero dime algo, no?”
John: “Que es divertida y hacemos locuras juntos”

Supongo que esa fue la primera vez que escuché esa vocecilla en mi cerebro, esa pequeña, molesta voz que me decía todo lo que yo no quería oír: “¿Y qué esperabas? Están a mil kilómetros por lo menos y tu no eres el centro de su universo, estúpida.” Ojala también hubiera una voz que me dijera que no es verdad.

Alex: “Y qué más?”
Alex: “Tienes fotos?”
John: “Claro” <Imagen>

Dios, es hermosa… Pelo castaño y rizado y ojos verdes, tiene unos dientes perfectos y una cintura estrecha, la camisa holgada no oculta un par de pechos respingones y sus pantalones estrechos abrazan sus caderas de una forma que la hacen parecer incluso más delgada, está mirando hacia John y John la mira a ella, sonriente, con una bola de nieve en la mano y casi puedo ver el amor en sus ojos. “Já.” Cerré los ojos. No lloraré. No por esto. “Mira que buena pareja hacen.” Me atraganté con un sollozo, todavía con los ojos cerrados. “Mira, mira…” Abrí los ojos cuando sonó el siguiente mensaje.

John: “Es guapa, verdad? Aquí tienes otra, esta me gusta más.” <Imagen>

Me temblaba la mano, pero la abrí: Clare estaba sentada en la cama individual, con las piernas cruzadas, llevaba una camiseta larga que actuaba de vestido, tenía un porro en la mano y estaba echando el humo, tenía una guitarra clásica al lado, así se le podía ver mucho mejor la rasta que caía sobre su hombro, adornada por tres o cuatro cosas. “Es perfecta para él.”

Alex: “Muy guapa. Sí.”

No quería seguir hablando de esto. No quería seguir hablando con él de su alma gemela.

John: “Además, sabe donde conseguir la mejor maría de la ciudad, es genial!!”
Alex: “Pues sí”


Ese fue el primer golpe. La primera grieta.